De verdad que no me interesa

Hoy he presenciado una de las cosas más grotescas de mi vida, y que ni siquiera mi perturbada mente podría haber sido capaz de esbozar un ápice de semejante escena.

Les pongo en situación:

Salgo de clase de Literatura a las 19.30, después de haber estado una hora tratando los personajes de La Regenta de Clarín (que no Oscurín –que alguien me sacrifique por este chiste-), y haber visto a Carmelo Gómez haciendo de Magistral, en la serie de TVE.
En el trayecto que va del CEU al Colegio, y tras pasar por los diferentes locales que están ya de Feria de Abril (¿?), decido acercarme al supermercado (aunque lleve ‘super’ no tiene poderes… -he aquí otro motivo de sacrificio-) a comprar un poco de leche, zumo de naranja e incluso algo de fruta.

Entro en el establecimiento, cojo una cesta azul con el asa negra (con el fondo algo pringoso, todo sea dicho) dejo con sumo cuidado la carpeta en un lateral de la cesta y me dirijo con decisión al estante de los productos lácteos, selecciono Leche Omega 3 marca Caprabo; hago sobre mi mismo un giro de 90º hacia mi izquierda yendo así a la sección frigorífica a coger zumo de naranja Don Simón con pulpa de un litro, y finalmente me dirigí al fondo del establecimiento (pasando por la pescadería, que tenía los percebes a 11.90 el kilo) para escoger cual era la bandeja de cuatro peras blanquilla de agua que más me gustaba.

Para culminar mi labor adquisitoria me dirigí, como todo buen hijo de vecino, a una caja para pagar ¡y maldita suerte la mía!
Allí se encontraban dos cajeras de charla en un tono de voz suficiente para dar el pregón de Villanueva de los Ángeles sin necesidad de micrófono.

Descripción de las cajeras:

Cajera 1: Se encontraba en pie, al final de la caja, sin hacer nada, con la única motivación de darle al palique con la cajera número dos.
De treinta y pico años, casi cuarenta, caucásica, más o menos 1.70 y de aspecto de aquella rubia que salía dando chillidos en Noche de Fiesta, pero con un estado mayor de demacración, pintada como una puerta y con ‘apetecible’ piercing dorado en el lado derecho de la boca.

Cajera 2: Era la que cobraba, y a la vez que desempeñaba dicha función le seguía el rollo a la cajera namber guan.
Era de la misma quinta que la anterior; sudamericana (de esas que abundan en los Mac’s de Madrid) bajita, regordeta, y con mechas naranjas en su oscura cabellera.

La conversación que jamás querría haber escuchado ha sido algo tal que así (afortunadamente no la escuché desde el principio, y tampoco me quedé para averiguar el final).

Cajera 1: Pfff… y éste (llamémosle A) un día llego super-reventao de sacar las cajas de aquí, así que por la noche me tuve que poner yo encima, y no veas cómo se lo tomó, que casi no quería que se la chupase…
Cajera 2: Pues tampoco es pa eso…
C1: Ya ves, eso es lo que yo le dije, pero follamos, se cambió y se fue.
C2: Joder… pues menos mal que ya no…
C1: Sí, pero B tiene todavía la mosca detrás de la oreja por aquello de que son compañeros y tal. Además, B se cabreó anoche conmigo.
C2: ¿A cuento de?
C1: Porque él se quería poner detrás, y yo le dije que no, que así yo pasaba, que tenía la picha mu pequeña.
C2: Jajajajaja
C1: Y ya el colmo ha sio esta mañana cuando he entrao, me he ido a cambiar, y el cuarto de ellos estaba abierto y he visto a C en gayumbos y le he soltao ‘¡Vaya culillo naranja que tenemos más apañao!’
C2: ¿Y por qué estaba su puerta abierta?
C1: Pues no se, pero desde que nos hemos visto de esa guisa, llevamos un día supertontón y en cualquier momento…
C2: ¡Pues tú aprovecha!
C1: Si lo llego a haber visto si gayumbos hoy, ya habría visto a toda Pescadería en bolas…

Y entonces el tiempo volvió a su cauce después de haberse detenido, cogí mi bolsa de valor 3.90 euros y salí a todo trapo del establecimiento.

Creo que no había hecho nada malo como para tal castigo. Los affaires amorosos de esta mujer no eran de mi incumbencia (ni de la señora que iba delante de mi en la cola, ni de el señor que estaba detrás de mi con un simple cartón de huevos)

Desde aquí quiero hacer un llamamiento a todas las cajeras de supermercado, de grandes superficies, e incluso trabajadores de comida rápida:

“Los tocamientos y delectaciones sexuales que hagáis en vuestras horas libres, no competen a los clientes, y mucho menos las que realicéis en vuestras horas de trabajo.”

Una cosa saco en claro: El pescado fresco no se si estará, pero de los pescaderos no me cabe duda.

¡Hala!

¡A ser felices!



(Logicamente esto fue escrito anoche... :P )


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